11.26.2010

4 - Un divorcio en toda regla.


El caso de Lydia.




A finales del mes de octubre del 2010 se conoció la sentencie de divorcio del caso Lydia Bosh. Una noticia muy esperada por la repercusión mediática que había generado en los meses anteriores.

El divorcio de Lydia Bosch puede considerarse como el modelo de divorcio en toda regla, es decir, contiene todos los elementos mezquinos del modelo vampiro-feminista y, como no podía ser de otra manera, la sentencia también se ajusta a este modelo.

Es lo que cabía esperar o ¿es que alguien imaginaba que el juez escribiría una sentencia de divorcio justa?


El Sr. Alberto, el ex, ha pasado por la misma humillación y maltrato que pasan todos los divorciados en España. Le han flagelado igual que a todos  y le van a exprimir igual que a todos los divorciados (a él más por tener mas dinero). En esto si que parece que la justicia no distingue de clases sociales.

De nada sirvió su holgada posición económica, pagar al mejor bufete de abogados, poseer un buen equipo de asesores, ser prudente y correcto en sus actuaciones o demostrar que es un buen padre y que siempre se ha ocupado de sus hijos.
¡Da igual!  Al Sr. Alberto le han tratado con el mismo desprecio que si fuese un pobre obrero porque es un hombre.



El caso Lydia B. es el divorcio típico que se da en España, estilo vampiresco, infame y aberrante. Con bala de plata incluida.  
Es el modelo que defienden las feministas de género, el modelo de esas abnegadas madres que solo quieren lo mejor para sus hijos, esas madres trabajadoras y luchadoras que no aceptan vivir bajo el yugo de  ningún machista.
Es el modelo de “todo pa ella”.


Leemos en la prensa que Lydia ha vuelto a sonreír, que esta llena de ilusión por seguir adelante con su nueva vida… ¿Como no va a estar contenta con la lotería que le ha tocado?
Se queda con los hijos (custodia exclusiva). Recibe una (muy generosa) pensión de alimentos para los dos hijos de 6500 euros. Se queda con la mansión (hasta que los hijos decidan independizarse) y por haber vivido como una reina durante sus años de matrimonio su ex debe  compensarla con 350.000 euros.

¡Viva el femi-vampirismo!


El Sr. Alberto, como todos los padres divorciados, solo tiene derecho a pagar y callar. ¡Y  que se ande con cuidado porque como moleste más de la cuenta vuelve a pasar por el calabozo!

La Sra. Lydia ya es libre para invitar a su bonita mansión a otro hombre y disfrutar juntos de la barbacoa, de la piscina o de lo que quieran. Los hijos contemplarán como esa casa que su papá y su mamá levantaron con tanta ilusión y donde tan buenos momentos pasaron ahora es ocupada por otro. Así de fácil es dar una patada a un papá y echarlo fuera.

Mujeres como esta, que humillan y maltratan al padre de sus hijos, no merecen que ningún otro hombre les de la mano.

Este es el modelo de divorcio que nuestros políticos nos concedieron, esto es lo que tenemos por votar como borregos.
Ni siquiera los jueces se esfuerzan por arreglar esta infamia. Estos ni sienten compasión ni les importa nada el sufrimiento de los padres divorciados. Ellos solo aplican la ley del embudo.


Según cuenta la prensa la Sra. Lydia denunció a su marido por abusar sexualmente de una menor (una hija de ella y de su anterior pareja). Según cuenta la prensa esa denuncia se refería a unos supuestos abusos ocurridos 5 años atrás, cuando la niña tenía 12 años (en el momento de la denuncia tenía 17 añitos). Según cuenta la prensa esa denuncia apareció en un contexto de duras y acaloradas discusiones sobre los términos (la redacción) del convenio regulador. Es la bala de plata.

Como bien saben todas las femi-listas una denuncia de maltrato y/o abusos sexuales implica una actuación contundente de la policía y proporciona gran impulso en la carrera del divorcio.

Según cuenta la prensa esa misma tarde, tras declarar en comisaría la Sra. Lydia y su hija, la policía se presentó en la casa para recoger a ese pájaro. Dicen que el Sr. Alberto fue detenido por la policía a las puertas de su casa cuando regresaba de jugar al tenis. Se negó a declarar nada a la policía y pasó una noche en los calabozos hasta que a la mañana siguiente le llevaron ante el juez.

Después de prestar declaración ante la jueza encargada del caso, Alberto Martín quedó en libertad, sin medidas cautelares. Su ex pidió una la orden de alejamiento en calidad de tutora de la menor. Tan segura estaba que su ex ya no volvería a entrar en casa que esa misma tarde encargó el cambio de las cerraduras de la casa, orden que tuvo que anular dado el rechazo de la jueza a su petición de medidas cautelares.

Esta vez el plan no salió como dice el manual de la perfecta vampira-feminista. Normalmente tras una denuncia así el macho es automáticamente expulsado de su casa y separado de sus hijos (orden de alejamiento) hasta que se celebre juicio. Esto implica que puede pasar un año de castigo preventivo. Tuvo suerte el Sr. Alberto. La bala de plata falló.





Según cuenta la prensa del corazón la denuncia por abusos sexuales del Sr. Alberto consistió en unos supuestos besos en los labios a la niña, entonces de 12 años. El primer informe psicológico (por encargo de la madre) concluye que la historia que cuenta la niña es “probablemente posible”.
La jueza encarga otro informe pericial al equipo del juzgado y concluye que esta historia es “probablemente no cierto”.
La madre encarga otro informe a otro equipo y tras examinar a la niña concluye con un “probablemente cierto”.
Si el Sr. Alberto hubiera encargado un cuarto informe tal vez hubiera obtenido un “probablemente falso”, la psicología es así.

Tuvo suerte el Sr. Alberto de que esta historia fuese tan light. Se quedó muy corta la Sra. Lydia, pudo inventar abusos mucho más fuertes para que la reacción de la jueza fuese más contundente para su ex. No obstante, los resultados periciales muy probablemente hubieran sido igual de vacilantes.

Respecto a este escabroso tema dice un conocido informador de la prensa del corazón (Antonio Montero) que siguió a la madre y a la hija el día que entraron a testificar sobre los abusos a la hija. Llegaron riéndose y haciendo el indio ambas y salieron aún mas felices las dos. La chica se reía a carcajadas y la madre tenia la sonrisa de oreja a oreja. Montero dijo que más bien parecía que ambas salieran de una fiesta y que se lo habían pasado pipa. Montero dijo estar alucinado por el comportamiento de ambas, en particular de la chica que por entonces tenía 17 años y cinco meses. Luego varios periodistas las siguieron con el coche y ellas fueron a comer a un restaurante continuando con su jolgorio. Montero dijo "nunca vi algo igual", " tuvieron un comportamiento extrañísimo ", "no se entiende que una chica de 17 años que va a declarar ante el juez que ha sido victima de un abuso, aunque sea leve, entre al juzgado exultante de felicidad y salga como quien sale de una fiesta, la madre exactamente igual”. “No creo nada de Lydia y ni creo nada de su hija.”



El plan ejecutado por esta señora es el típico divorcio canalla y se desarrolla en tres etapas o pasos.

La primera etapa del proceso comienza con la típica frase “o firmas esto o te quedas en la puta calle, sabes que me puedo quedar con todo”.
Esto es el convenio regulador que ha elaborado concienzudamente la abogada de la mujer, abogada que, por supuesto, solo piensa en el favor fili, como la madre.

Esta es una amable invitación para llegar a un divorcio no contencioso, es decir, de mutuo acuerdo, de buen rollito, pensando solo en el bien  de los hijos.
Según las estadísticas el 66% de los divorcios va por la vía amistosa.

Si al hombre se le ocurre decir algo así: “opino que lo mejor sería repartir todo al 50% incluida la custodia de los hijos…”  entonces comienza la vía contenciosa, es decir, se entiende que el hombre desafía a la mujer y es un machista por pretender tener los mismos derechos. ¡Una cosa inaceptable!

Si el hombre no razona, si pretende reducir la pensión a una cifra justa y razonable, si pretende estar con sus hijos tanto como la madre, entonces… hay que dar al segundo paso.


El segundo paso del plan del divorcio canalla es el  “te vas a enterar”. Es la Bala de plata.
La cosa es sencilla, tan solo hay que presentar una denuncia por maltrato machista en un juzgado de violencia de género, preferible en viernes, para que pase el fin de semana en el calabozo. La mujer sabe que todas las denuncias son bien recibidas, da igual si son creíbles o no, además se la premia con incentivos económicos.

En una sala penal de violencia la mujer tiene presunción de inocencia, el hombre presunción de culpabilidad. Ella no corre ningún riesgo, si no convence al juez  se archivará el caso y no pasa nada. En cambio, el hombre ya ha recibido su castigo y humillación. Una simple denuncia tiene los mismos efectos que una sentencia condenatoria e impide que el hombre pueda aspirar a la custodia compartida de los hijos. Es una vía rápida, segura y muy eficaz. Las posibilidades de que esto salga mal (para la mujer) son ínfimas.

Con esta denuncia el hombre queda muy tocado, ha sido echado de su casa, apartado del contacto de sus hijos, humillado y maltratado. Se supone que con esta lección se “habrá enterado” de quien manda aquí.


Y finalmente ponemos en práctica el tercer capitulo del manual. Ya se celebró el juicio de divorcio y la mujer se quedó con todo según sentencia, por supuesto. El hombre está ahora  bien  jodido, ha sido maltratado tanto por su ex como por la justicia. Tiene que trabajar el resto de su vida como un esclavo para mantener a su ex. Tiene un régimen de visitas tipo carcelario para ver a sus hijos y no puede participar en la educación de sus hijos porque no pinta nada.
La mujer tiene que resarcirse de los malos momentos que ha tenido que pasar por no aceptar su ex, en un primer momento, aquel convenio que con tanto esmero redactó la abogada. Tiene que vengarse.
Para rematar al ex la mujer cuenta con un arma sencilla, sutil y demoledora. Se llama síndrome de alieneación parental.

Manipular a un menor para que rechace al otro progenitor es una tarea fácil cuando se dispone del 85% del tiempo, de todo el poder y se cuenta con la permisividad de la justicia. El otro progenitor tiene muy difícil equilibrar la balanza con su escaso 15% de tiempo y la justicia en su contra.
El sap no es una enfermedad mental, es una canallada. No lo arreglan los psicólogos sino los jueces (si quieren).

El sap no es más que un miserable lavado del cerebro. El menor recibe constantes soflamas sobre lo malo que es su papá, incluida la familia, y lo poco que se preocupa por el. Este lavado de cerebro va acompañado de constantes dificultades para que el menor pueda ver y comunicar con su padre.
El menor acabará, muy probablemente, odiando a su progenitor sin saber por qué.

Todo este proceso se resumen en esta frase: “Yo odio a mi ex y además quiero que mis hijos también odien a mi ex”.

El padre tendrá que reunir pruebas suficientes de este maltrato (alienación) y poner una demanda en el juzgado de familia. Para cuando se celebre la vista habrá pasado varios años y puede que para entonces sea muy difícil recuperar la relación.
Si el menor tiene más de 12 años se le consultará. ¡Y ya sabemos lo que va a decir! También sabemos lo que van a decir psicólogas y fiscalas: “hay que respetar la voluntad del menor”.

La ley que tenemos deja todo atado y bien atado para que el hombre siempre pierda.



El Sr. Alberto debe comprender que no podrá solucionar lo suyo hasta que primero se solucione lo de todos.

Recordemos esto el próximo día que vayamos a votar.


                                                                                                                                                               



¡Aquí mando yo!
¿Queda claro?

                                                                                                                                                             



¡Por supuesto! ¡Porque ella se lo merece! Bueno, en realidad no lo quiere para ella, es para sus hijos.

El trabajo de esposa y ama de casa es sacrificado e ingrato.
¿Acaso se va a ir este tipo sin compensarla por todo el tiempo que le ha tenido que complacer?


                                                                                                                                                                




Un golpe de suerte.

Ha tenido mucha suerte el Sr. Alberto con este tribunal. La mayoría no recibe una sentencia tan razonable como esta, se quedan igual o peor.

Esta sentencia deja muy en ridículo al juez de Primera Instancia. 
¿Por qué no dictó una sentencia así? 
¿Se le fue la mano o acaso tenía miedo del lobby feminazi?

Si todas las mujeres supieran desde un principio que su divorcio no será un negocio seguro que habría muchos menos divorcios y mucho menos canallismo.



                                                                                                                                                                    




¿Desolada?

Esta, como muchas otras, pretendía vivir a su aire, con las ventajas del single pero mantenida por su ex. Se acabó vivir del cuento.

Viviste como una reina cuando estabas casada…ahora… ¡A trabajar!

¡Vamos bonita, que tu vales mucho!




                                                                                                                                                                    


 

¡Gracias ZP por maltratar y humillar a los hombres!
¡Gracias ZP por dejar a tantos niños sin padre!
Los divorciados no olvidamos.

 

 
@                                                                                                                                                             @

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